martes, 25 de enero de 2011

A PESAR DE... http://blogs.publico.es/joaquin-sabina/2011/01/23/a-pesar-de/

A pesar de que siempre me han privado
los calambres del pecado,
las putas y los toreros,
a pesar de mi Atleti manque pierda
y el corazón de la izquierda
subiendo cuestas de enero,
a la hora punta de arrimar el hombro,
hurgando entre los escombros
de la peña malherida,
a pesar de la niebla y el espanto,
sacaré brillo a mi canto
para celebrar la vida.
A pesar del tufillo perroflauta
que destila el internauta
cuando el mundo es un pañuelo,
en prosa, en verso, en rabia, en tinta fresca,
mi canción, buscando gresca,
pondrá su grito en el suelo.
A pesar de la urgencia de la hora
y las toses de la aurora
que suenan a despedida
y el Fondo Monetario ¡qué calvario!
y el futuro, ese rosario
con las cuentas repetidas,
hastiado como estoy de los matones
que condenan los crespones
de lo Público a la hoguera,
a pesar del invierno he decidido
plantarle cara al olvido
con el verbo por bandera.
Aunque con tanta crisis tecno-zafia
no haya capo de la mafia
que deje de cantar bingo,
a pesar de que pagan más bien poco,
aquí, comiéndote el coco,
me tendrás cada domingo.

Joaquín Sabina

QUE LEA OTRO; http://blogs.publico.es/lunamiguel/2011/01/25/que-lea-otro/

Vaya campaña terrible: “Yo soy leeder”. Pf. Sí. Qué os creéis, ¿que un lema pretencioso y mentiroso acompañado de imágenes de jóvenes medio hippies medio modernakis va a hacer que un dos tres PUM se pongan todos a leer? Dejad los anuncios desfasados y comprad más libros, construid más bibliotecas, y obligad a las distribuidoras y editoriales a no vendernos un papel pegao a una tapa a precio de bandeja de sushi. No quiero más chavales sujetando libros rancios en las manos. No quiero más frases como: leer te hará libre, leer te hará guay, leer te llevará a la cima de lo cool.
Pues no. Leer es una mierda. Leer te condena. Leer un libro te hace leer otro. Los libros pesan, son caros, se amontonan, no caben, se dejan y se pierden, se pierden al dejarlos. Hay muchos tipos de libros. Sus autores se pelean entre ellos, se insultan y se critican sin criterio. Hay muchos tipos de libros. Sus autores son ídolos malditos. Fotografías. Poses. Niño friki: lee a Tolkien. Niña deprimida: lee a Pizarnik. Niño sin personalidad: lee a Larsson. Niña cursi: lee a Amélie Nothomb.
Leer es lo peor que podéis hacer, chicos. Si lo hacéis os mirarán mal. Si lo hacéis no seréis el Leeeeder, sino el Amargaaaado. Empezaréis a escribir vosotros también. Escribiréis relatos absurdos y poemas fáciles. La lectura os hará tristes. Y no podréis volver a atrás. Diréis: “te culpo a ti, Gobierno, tú me dijiste que el mundo sería chachi y divertido y ahora siento que quiero estar solo, acariciando las páginas de este objeto, oliendo la tinta, analizando su tipografía, subrayando con lápiz cada una de esas frases que, joder, se parecen tanto a lo que yo siento…”
No leáis. Os digo: NO LEÁIS.

Por Luna Miguel

martes, 18 de enero de 2011

EL FIN DE UNA DÉCADA. blogs.público.es/otras miradas

FERNANDO BERGAMÍN

Decía nuestro inolvidable y genial Oscar Wilde: “Vivo en el terror de dejar de ser incomprendido”. Y murió… sin dejar de serlo. No tanto por la incomprensión que suscitó en aquella hipócrita sociedad de la época (no menos que la nuestra, ya en pleno siglo XXI) su gran amor por el joven Alfred Douglas, al que conoció en el año 1891, sino porque nunca se le perdonó lo que menos se perdona –ayer y hoy–: el talento, enorme y extraordinario talento de escritor y conversador excepcional. Su palabra aguda, inteligente, mordaz, hiriente, pero siempre brillante y verdadera. Y la libertad de su propia vida. De haberla vivido.

Su aventura y gran amor por el joven aristócrata inculto y frívolo Douglas le costó, eso sí, la prisión más injusta y humillante, sufrida en Reading. Fueron años de autoanálisis y sufrimiento para Wilde, que nos dejaron su De Profundis, uno de los libros más hermosos y desgarradores escritos en defensa poética de todas las víctimas de la injusticia y el desamor. Y murió en la miseria, solo y abandonado de todos, en un viejo hotelucho de París. Pocos días antes, sentado en la terraza de un café parisino, seguramente pensando en su inminente final, fue visto por André Gide, el gran Gide que había llegado a las grandes alturas literarias y académicas francesas, con una gran influencia en las mejores editoriales de París. Al comprobar que aquel solitario era efectivamente Wilde, Gide se cruzó de acera para no tener que detenerse a saludarlo. Habían sido grandes amigos. Pero Gide no quería avergonzarse. Él tampoco había podido perdonar la vida real y valiente, aunque muchas veces estrafalaria, del gran genio.

A Gide sí se le perdonó siempre su homosexualidad, porque, salvo algunos años de juventud, fue un escritor extraordinario, de lengua y musicalidad excepcionales, pero un escritor del gabinete de la belleza y la comodidad. De la literatura pensada y repensada, de la política cauta, del comunismo mal entendido y sobre todo abandonado a destiempo. Demasiado perfecto tal vez. Aún así, en ciertos años, su influencia en la juventud francesa fue grande, y su hermosísima prosa allí quedó, queda y quedará. Pero no quiso dar una última palabra a su viejo amigo Wilde, que también siguió siendo “incomprendido” para André, ya sin terror como él hubiera querido. Todo ello, tal vez, por haber sido Wilde lo contrario. El propio André Gide cuenta en un pequeño librito este voluntario desencuentro con Oscar Wilde. Sintió vergüenza. Pocos días después, moría aquel hombre que supo jugar y jugarse la vida a la carta de la libertad y el amor. Moría en ese hotelucho de París absolutamente solo, como había vivido: solo, entre la más brillante sociedad de su época. La más “sublime”.

Pensaba en el terror wildeano en el primer día de la nueva década de este casi nuevo siglo, cuando me encontré yo mismo pidiendo la “incomprensión” para ciertas sensaciones que habían producido en mí una repugnancia y un asco vital depresivos y hasta sofocantes. Esas sensaciones sucedían este último año, pero ya venían también, en su terrible repetición pesadillesca, de años anteriores.
La mañana del primero de año… como otros muchos años, me enfrento a la escucha por televisión del archifamoso concierto de año nuevo desde Viena –concierto que nace en 1939, y ha seguido hasta hoy dirigido por los más grandes: desde el concertino Boskowsky pasando, entre otros, por Abbado, Maazel, Kleiber, Von Karajan y hasta el mismísimo Harnoncourt–. Concierto Strauss, fundamentalmente compuesto “de valses, polkas y otras piezas de familia…”, donde todos los años sobresale la muy conocida Marcha Radetzky acompañada con “alegría y regocijo inefable” con sus palmas por el público burgués más cursi y repulsivo de la vieja Europa, mientras que en la nueva África mueren niños asesinados por la indiferencia de esa misma sociedad, como ha dicho Jean Ziegler, el escritor suizo que desde la mismísima ONU ha tenido el valor de denunciarlo y llamarlo así, asesinato, en su último libro, El odio a Occidente. Muere, decíamos, un niño cada minuto. ¿Cuántos durante la palmeada de la famosa marcha?, ¿cuántos niños habrán sido asesinados por esa sociedad que sostiene el sistema político actual del mundo? Verdadero terrorismo. Pero en este caso, naturalmente, no perseguido.

Y ya desde nuestra España, con otros valores tal vez, he escuchado repetidamente como nunca ese otro regocijo, en este caso “popular”, aunque con ello se traicione al verdadero pueblo, ese borreguil: “Oe… oe, oe, oe… ¡Oe, oe! futbolero (pobre fútbol), ese canto que parece desfondar de placer a la gran masa haciéndole olvidar todo el resto. La pobreza en la que viven. Por ello mismo. De eso se trata. No lo sé. Hay cosas difíciles de entender, pero cuya repugnancia vital no puedo dejar de sentir. Habrá que respetarlas, ¿o no…?
Y, como última sensación, después de la marcha vienesa, del clamor futbolero, también me ha quedado en el recuerdo permanente, este año más presente que nunca, la inconfundible voz de Manolo Escobar cantando y volviendo a cantar: “¡Que viva… España!, ¡queee… viva España…!”, tan mundialmente reconocida este 2010, ya “histórico”, por su “redonda” modernidad inquisitorial de la vulgaridad. Tal vez debo quedarme con Wilde en el purísimo terror de dejar de ser incomprendido. No lo sé, pero eso sí, ¡que viva España! ¿Pero cuál?, posiblemente aquella sobre la que en el siglo pasado escribió nuestra entrañable María Zambrano: “La inteligencia y España son términos antitéticos”.

lunes, 17 de enero de 2011

AÑO NUEVO, Ian Gibson: http://blogs.publico.es/apuntesperipateticos/

Mapa de fosas de las víctimas de la Guerra Civil y la posguerra en Andalucía: se acaba de publicar este estremecedor documento, fruto de la tenaz labor llevada a cabo, durante años, por las distintas asociaciones dedicadas en dicha comunidad a la recuperación de la memoria histórica. Resulta que yacen en las 614 fosas de guerra localizadas un total espeluznante, casi 47.500 víctimas, la inmensa mayoría “rojas”. Llama la atención, sobre todo, la cifra correspondiente a Sevilla: 12.507. Queda así confirmado el nefasto papel desempeñado en la represión por el vesánico Gonzalo Queipo de Llano, cuyas arengas radiofónicas desde la capital andaluza incitaban directamente y sin contemplaciones al asesinato de los enemigos de la España “nacional”. Y allí sigue en la Macarena, con todos los honores. Parece mentira.

Si el PP gana las próximas elecciones en Andalucía, y es probable, el proceso de recuperación de los restos se va a aplazar fatalmente. Y si reconquista la Moncloa en dos años, se extenderá la dejadez al resto del país. Será una traición en toda regla a la causa de la justicia y al espíritu conciliador de la Constitución.

El Tribunal Supremo sentará pronto a Garzón en el banquillo por haber asumido el deber de investigar judicialmente los crímenes de lesa humanidad franquistas. Bonito espectáculo va a dar el país al mundo. La entrevista de Iñaki Gabilondo al juez, la última del gran periodista en el ya llorado CNN+, será para muchos inolvidable. Era imposible no recordar una vez más el “aquí yace” de Larra. Feliz año, colegas, y que cada palo procure aguantar su vela

UNA HORA CON MARIO; Ian Gibson, 12/12/2010; diario público, nº1165.

El discurso en Estocolmo del flamante Nobel de Literatura ha sido un apasionado alegato a favor de la necesidad de ficciones que tenemos los seres humanos: de crearlas, en el caso de algunos, y de leerlas en el de todos. Para Vargas Llosa la ficción es su tabla de salvación, “una necesidad imprescindible” que, a partir de los cinco años y sobre todo los once, le ha ayudado a sobrevivir como ser humano, permitiéndole escabullirse de circunstancias adversas de la “vida real” y, entre otras aventuras, viajar al fondo del mar con Nemo, luchar al lado de los tres mosqueteros o, convertido en protagonista de Los miserables, descubrir las “entrañas” de París.

En todo el texto he creído intuir la presencia del Quijote, no reconocida de modo explícito. Extraña ausencia dado el hecho de que el máximo héroe de la literatura en lengua española no es otro que el sublime manchego, que precisamente, gracias a las historias que le tienen tan en vilo, logra no sólo sustraerse al aburrimiento del lugar en que le ha tocado vivir, sino hasta creer que en su persona renace la caballería andante. Qué ironía que fuera concebido en un país donde hoy, por desgracia, se lee tan poco.

Algo del espíritu crítico que, según razona Vargas Llosa, fomenta la lectura falta en el discurso de marras. Entre la lista de males y fanatismos que nos acosan actualmente (en primer lugar, claro, Castro y Chaves), el Nobel no incluye la devastadora codicia de los “mercados”, tan “liberales” ellos. Y su alusión a la Transición posfranquista es excesivamente elogiosa. Yo, por mí, me quedo con el narrador.

jueves, 13 de enero de 2011

ESCUDIER, Juan Carlos; "Galicia tierra de faraones"; diario público; nº 1195, 13/1/2011

Dicen que el sueño fue de uno de sus consejeros, aunque podría haber sido del mismo Fraga, que ya por entonces se quedaba dormido de pie. De aquella siesta de 1999 surgió la idea de construir una Ciudad de la Cultura en Santiago de Compostela, un proyecto en el que se enterrarán cerca de 400 millones de euros, cuatro veces más de lo presupuestado, y del que esta semana se han inaugurado sus dos primeros edificios: el archivo y la biblioteca. De lo ejecutado hasta ahora en el monte Gaiás se sabe que su arquitecto, Peter Eisenman, se inspiró en una viera, pero sigue sin entenderse qué pinta un molusco tan caro en un enclave que no necesita darse a conocer al mundo porque ya tiene una promoción divina.

El complejo es un monumento al despilfarro en el que han colaborado activamente administraciones del PP y del PSOE, desde las que, por cierto, se nos recuerda periódicamente que debemos apretarnos el cinturón porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. El desatino es de tal calibre que el último de sus edificios iba a ser primero un museo de la tecnología, después un centro de arte y ahora se duda, incluso, de que llegue a construirse. Todo ello da idea de lo necesario que resultaba. Decenas de millones de euros de inversión han sido precisos para que en estos momentos pueda contemplarse una exposición de fotografía, además de las obras propiamente dichas, una visita muy codiciada por los jubilados de la zona.

Nadie duda de que este deconstructivista que es Eisenman, autor del monumento al Holocausto de Berlín, sea un genio de la arquitectura, muy capaz de inspirarse en un espárrago si, en vez de gallego, el monte fuera navarro. De lo que se recela es del equilibrio mental de estos faraones de la política que, después de planificar aeropuertos en cada esquina o estaciones de alta velocidad para veinte viajeros, se presentan como apóstoles de la austeridad y del rigor presupuestario.

La megalomanía de estos señores y sus corruptelas urbanísticas explican buena parte de nuestros males. Son las que perpetuaron ese modelo productivo basado en el ladrillo, del que tratamos de huir con 4,5 millones de parados a cuestas. Quienes un día nos exigen sacrificios, al siguiente cortan la cinta inaugural de sus desvaríos. Tiene mérito que no se ruboricen.

HUERTAS, Begoña; "Esas incomodidades", una china en el zapato, diario´Público, nº 1195, 13/1/2011.

La muerte de María Elena Walsh el pasado lunes coincidió con mi primer viaje a Argentina. Justo unos días antes había estado leyendo, sentada en una terraza de La Recoleta, una referencia al valiente artículo que la escritora publicó en su día criticando la censura gubernamental, que trataba a los ciudadanos como niños a los que hubiera que preservar de algo.

Hoy, en nombre de la seguridad, se han instalado cámaras de vigilancia en todo tipo de espacios públicos: plazas, edificios, calles, jardines. En ciertos barrios de Buenos Aires ya casi no sería necesario el alumbrado municipal: a tu paso por un portal la luz del sistema de video-vigilancia instalado por los vecinos se enciende como un guardián que despertara alarmado ante una presencia sospechosa. En el parking de un supermercado de Rosario, bajo el dispositivo de filmación un letrero decía “Sonría, lo estamos filmando”. Me recordó al “sonríe, Dios te ama” del eslogan católico. En nombre de la propiedad o de dios, el caso es que no dejan de mirarnos.

Movistar Argentina utiliza como lema publicitario “nacimos para vivir en comunidad”. Sí, estamos continuamente expuestos y conectados. Entre las cámaras de vigilancia, los sistemas de geolocalización y los dispositivos portátiles de comunicación, uno ya no sabe dónde meterse para estar a solas consigo mismo.

Cuentan que un día Borges, ya medio ciego, paseaba con un amigo por Palermo. En una de las paredes acababan de colgar un afiche con consignas políticas y ante el pedido del escritor el amigo leyó en voz alta: “Dios, familia y propiedad”. Borges murmuró: “Caramba, qué tres incomodidades”.