jueves, 13 de enero de 2011

ESCUDIER, Juan Carlos; "Galicia tierra de faraones"; diario público; nº 1195, 13/1/2011

Dicen que el sueño fue de uno de sus consejeros, aunque podría haber sido del mismo Fraga, que ya por entonces se quedaba dormido de pie. De aquella siesta de 1999 surgió la idea de construir una Ciudad de la Cultura en Santiago de Compostela, un proyecto en el que se enterrarán cerca de 400 millones de euros, cuatro veces más de lo presupuestado, y del que esta semana se han inaugurado sus dos primeros edificios: el archivo y la biblioteca. De lo ejecutado hasta ahora en el monte Gaiás se sabe que su arquitecto, Peter Eisenman, se inspiró en una viera, pero sigue sin entenderse qué pinta un molusco tan caro en un enclave que no necesita darse a conocer al mundo porque ya tiene una promoción divina.

El complejo es un monumento al despilfarro en el que han colaborado activamente administraciones del PP y del PSOE, desde las que, por cierto, se nos recuerda periódicamente que debemos apretarnos el cinturón porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. El desatino es de tal calibre que el último de sus edificios iba a ser primero un museo de la tecnología, después un centro de arte y ahora se duda, incluso, de que llegue a construirse. Todo ello da idea de lo necesario que resultaba. Decenas de millones de euros de inversión han sido precisos para que en estos momentos pueda contemplarse una exposición de fotografía, además de las obras propiamente dichas, una visita muy codiciada por los jubilados de la zona.

Nadie duda de que este deconstructivista que es Eisenman, autor del monumento al Holocausto de Berlín, sea un genio de la arquitectura, muy capaz de inspirarse en un espárrago si, en vez de gallego, el monte fuera navarro. De lo que se recela es del equilibrio mental de estos faraones de la política que, después de planificar aeropuertos en cada esquina o estaciones de alta velocidad para veinte viajeros, se presentan como apóstoles de la austeridad y del rigor presupuestario.

La megalomanía de estos señores y sus corruptelas urbanísticas explican buena parte de nuestros males. Son las que perpetuaron ese modelo productivo basado en el ladrillo, del que tratamos de huir con 4,5 millones de parados a cuestas. Quienes un día nos exigen sacrificios, al siguiente cortan la cinta inaugural de sus desvaríos. Tiene mérito que no se ruboricen.

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